No sé si es meterme en camisa de once varas pero voy a correr el riesgo.
Lo que no estoy capacitado para juzgar son cosas de carácter técnico, económico, laboral, ambiental y de lo que piensa la gente. Francamente, no sé, y me gustaría saberlo, si es cierta la contaminación anunciada o son efectivas las medidas que se están tomando para paliarla. No sé si se reducirán puestos de trabajo o aumentarán exponencialmente. No sé qué repercusión favorable tendrá sobre la economía valenciana. No sé si favorecerá a intereses particulares sufragados con dinero público. No sé si es imprescindible o es prescindible. No sé si la ampliación va a ser la que acabe de destrozar la Albufera o hay otras causas que la perjudiquen más todavía. No sé qué pasará con la avalancha continuada de miles de camiones abarrotando nuestras carreteras más cercanas. Ni sé qué papel puede jugar aquí el ferrocarril. Todas estas cosas no las sé, a pesar, o precisamente por haberlas leído en pro y en contra.
¡Uf¡ ¿Alguien lo puede aclarar?
Digo: aclarar, que no es lo mismo que afirmar. Digo, aclarar, contrastando con las opiniones contrarias. ¿Alguien se atreve a hacerlo abiertamente? ¿Alguien se atreve a afirmar sus ideas mientras permanece con la mente abierta, dispuesto a escuchar al discrepante? No lo sé.
Sin embargo, sé otras cosas, lo cual no es meritorio, porque son bien visibles y no hace falta tener un master.
1.- Sé que nos habéis robado Natzaret a traición. Sé que los habitantes de Natzaret y de toda Valencia, habiendo padecido más de 105 riadas (son las que tengo documentadas), esperaban ¡por fin! que Natzaret se regenerara y se hiciera realidad el sueño de todos: disfrutar del mar, disfrutar de la playa. Sé que todos los habitantes de Natzaret esperaban confiados en disfrutar, por fin, de ese regalo de la naturaleza del que tantos años, siglos, habían disfrutado, sí, pero a costa de sus vidas y haciendas, a costa de inundaciones, de innumerables vidas humanas. Y ahora, cuando disfrutar de la playa no resultaba peligroso, resulta simplemente que es imposible. ¿Por qué? Porque el Estado ha regalado Natzaret al puerto y el Puerto se ha aprovechado ignominiosamente de ello. El Puerto no ha sabido reconocer que la playa de Natzaret era del barrio y era de Valencia. Es más: no le ha robado solo la playa ni esos tres kilómetros de línea de atraque en los que almacenar mercancías y traficar con ellas, sino que su ambición le ha conducido a apropiarse también del mar, usurpando una extensión de un tamaño semejante a toda Ciutat Vella. Y a cambio ¿qué? A cambio, un muro, una barrera de cemento al que bien podríamos calificar de muro de la vergüenza. En eso se ha convertido Natzaret.
2.- Y sé otra cosa: el acceso al mar ha sido cada vez más apreciado por los valencianos, que en sencillas encuestas han mostrado que el mar de Valencia es para todos tan apreciado como puede serlo el mismo centro de Valencia.
3.- Hay algo más fácilmente apreciable. Valencia y su huerta forman un binomio indisoluble. Y sé, casi todos lo saben, que una parte importante de la huerta, casi un millón de metros cuadrados de una feraz huerta valenciana, fue sustraída a la ciudad, arrancándola con alevosía de las manos de sus propietarios, que se han visto obligados a rehacer sus vidas desenraizadas de su huerta. ¿Y para qué? Para ocuparla con contenedores. Aunque ahora eso ya no es así: hay otro para qué: para nada. Porque, efectivamente, una vez consumada la felonía. Se ha comprobado que ese terreno de huerta ni siquiera era necesario para el puerto. Además de que la expropiación fue ilegal, sin que nadie haya sido condenado por ella. ¿Y qué puede pasar con ese pulmón verde, habiendo desconectado las arterias que le unían al Saler?
4.- También sé que los tiempos han cambiado, que el ecocidio es una enfermedad galopante y que en 16 años no solo se ha elevado la conciencia ambiental, sino que el medio ambiente está cada vez más degradado y que muchas obras de calado, como la que significa la ampliación del puerto, con todo lo que arrastra con ello, ha experimentado un cambio. Hace 16 años, en 2007 se hizo una Declaración de Impacto Ambiental (DIA) sobre las repercusiones ambientales de la actividad portuaria. Han pasado dieciséis años y aquellas circunstancias ambientales lógicamente han empeorado. O se supone. O no se sabe. Entonces ¿por qué no comprobarlo? ¿Quién tiene miedo a la verdad? ¿Tanto cuesta elaborar otra DIA? ¿Quizá porque si efectivamente las repercusiones ambientales de las obras de la ampliación no se ajustaran a la normativa vigente en cuanto a contaminación ello obligaría a paralizar las obras o darles otro enfoque?
5.- Y de esta quinta parte hay algo que sé y algo que desconozco. Sé que la Albufera padece. Sé que las playas del sur padecen. Sé que a este paso la Albufera puede desaparecer o salinizarse. Sé que las playas del sur necesitan (¿serán efectivas?) constantes inyecciones de piedra y de arena (la última inyección ha costado 25 millones de euros y todavía no sabemos si el resultado será satisfactorio ni cuánto tiempo durará). Y sé que la falta de afluencia de agua, la que antes podía proporcionar el Turia, ya no la alimenta. Y sé que las obras de ampliación tienen parte de culpa. Igual que la tenía y sigue teniendo el malecón del puerto construido en el siglo XIX. Y sé que el deshielo o el cambio climático irá elevando el nivel del mar hasta invadir la Albufera en unos cuantos años.
Sé que no lo sé, pero sé que alguien debe saberlo. Y si es así, es necesario hablar y actuar. Está claro que “un” puerto es necesario, pero ¿a qué precio?
Antonio Sanchis